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lunes, febrero 06, 2006

LA CHICA INCLINADA



Este tomo forma parte de la saga de Las Ciudades Oscuras, un complejo universo creado por la recia imaginación de François Schuiten y el firme trazo de Benoît Peteers, un mundo paralelo al nuestro que se sitúa en otra dimensión, lejos de nuestra alcance aun siendo un espejo invertido del nuestro y que hasta ahora comprenden los siguientes títulos: La Fiebre de Urbicanda, La torre, Las murallas de Samaris, La ruta de Armilla, Brüsel, La sombra de un hombre, La frontera invisible y el álbum que nos ocupa, La chica inclinada.
La chica inclinada es, de los 8, el que refleja de mejor manera su innegable gusto por las ilustraciones y grabados decimonónicos que recogían los absurdos y las imposibilidades de una generación de fin de siglo volcada en una carrera hacia la glorificación del ser humano a través de los inventos y las arquitecturas, dejando de lado toda dignidad compasiva hacia sus semejantes, sobre todo en Brüsel y del que ya comentare en otra ocasión. Un mundo que no se aleja demasiado del actual, solo que tratado de forma más romántica e idealista, con un regusto añejo por los utópicos portentos e ilimitadas ambiciones del pasado, con lejanos ecos a Julio Verne sobre todo en el cohete que les llevará hasta la luna.
Volviendo a las páginas de La chica inclinada, en ellas se dan tres narraciones paralelas. La primera de ellas nos presenta a Mary, nuestra protagonista quien, tras subirse a una particular atracción de feria en Alaxis y presenciar lo que parece ser un eclipse de sol, su centro de gravedad queda desplazado lo que provocara que camine de forma inclinada sobre un suelo que se ha desplazado 45 grados. Dicha particularidad es objeto de enojo de sus familiares y burla de sus compañeros quienes lo atribuyen a una caprichosa llamada de atención de la rebelde chiquilla. El segundo cauce narrativo tiene por intérprete a Axel Wappendörf, un insigne e ilustre sabio que ya apareciera en Brüsel, quien presencia el eclipse y tratara de hallar sus causas fundamentándose en que no se trata de un simple fenómeno astronómico, mientras que el tercero nos muestra a Agustin Desombres, un pintor frustrado y humillado por la crítica embarcado en un largo viaje solitario, sobre cuyo trayecto encontrara una casa en medio de la nada donde da rienda suelta a una obsesión por la representación de las esferas.
Estas tres líneas argumentales nos irán apareciendo de forma intermitente, hasta que se encontraran los tres protagonistas en un mundo ajeno al suyo y en el que satisfarán todas sus dudas. Esto es, a grandes rasgos, la historia cuyo componente más sugestivo es el porqué de la inclinación de la chica, lo cual proporciona un hálito fantástico-poético a la obra intensamente seductor.
Lo más interesante de todo es el aspecto grafico que llama poderosamente la atención sobre su suntuosa elaboración en los segmentos de Mary y Axel Wappendörf pero más sorprendente resulta el hecho de insertar fotografías de forma secuenciada en lo que respecta a lo marcado por la línea argumental de Agustín Desombres para mostrarnos el paralelismo de ambos mundos comentado al principio, el de la realidad y el de la imaginación. Un recurso gráfico que luego se podría ver en El Fotográfo de Lefèvre, pero que aquí alcanza una fusión perfecta sobre todo en el último tramo del destino de Agustín Desombres tras su encuentro con Mary. Unas fotografías que sorprenden por su cuidada escenografía y la personalidad del actor, inmerso hasta el tuétano en la historia.
Volviendo a las ilustraciones de Peteers, estas nos muestran un absoluto dominio de la línea arquitectónica en una amalgama de estilos perfectamente reconocibles que alcanzan altos grados de majestuosidad. Desde La torre no se había visto nada igual. Incluso se le había achacado cierta rigidez académica en el tratamiento de los personajes pero el encuentro entre Mary y Desombres es de una sensualidad exquisitamente tratada, con un pleno dominio de la luz que trasciende más allá de su aspecto de elaborados grabados.
Publicado por Norma Editorial en 1996 (existe ahora una segunda edición con páginas inéditas), esta obra supone una inmersión en un mundo intransferible y personal, el de Las Ciudades Oscuras que ya posee un aura mística dentro del mundo de los cómics.

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