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lunes, febrero 20, 2006

CARMEN



En medio de esta nueva moda por recuperar obras del feliz pasado, hay un autor que merece especial atención y este es el francés Georges Pichard del que ya comenté el primer número de Las Tribulaciones de Virginia y, en este post, Carmen, basado en la obra de Mérimée, a la que dota de una intensidad sexual de heroína erotizada que late y gime en cada una de sus ornamentadas páginas.
Georges Pichard se encuentra inevitablemente encasillado como un autor eminentemente erótico pero mirando más allá de sus encantos carnales y sorteando falsos puritanismos sus narraciones visuales son poseedoras de un refinamiento decimonónico difícil de superar y se nota que disfruta con ello y con sus voluptuosas féminas a las que dota de unas características comunes como una intensa mirada rimelada hasta las cejas, unos gruesos pies de altos tacones incorpóreos y unas carnes generosas dotadas de un sombreado pecoso que le aporta un carácter más palpable. Pero sobre todo provistas de un accidental erotismo que ríase usted del pezón de la Sabrina y derivados.
Este segundo volumen de la Colección Fetiche editado por Distrinovel en 1982 nos proporciona la ocasión de conocer una apasionada versión de la heroína española nacida de la prosa de Prosper Mérimée y en la que nos narra la historia del encuentro entre el soldado Don José y la cigarrera Carmen quienes inician una tortuosa historia de amor y libido de trágicas y funestas consecuencias debido al carácter independiente e ímpetu sexual de Carmen. Y es que la arrolladora presencia de Carmen y su afán de diversión trastornan a José quien no es capaz de aceptar su papel de mero pelele amatorio.
Ambos personajes desfilan a través de unas páginas, cuya composición posee una linealidad secuencial más similar a un desfile de imágenes historiadas que a una narración con inicio nudo y desenlace, con los acontecimientos dispuestos a saltos ordenados, un poco apurado al final pero que, al fin y al cabo, no desmerece a la historia.
Gráficamente destaca una ambientación que, salvando las distancias, evita un folclore facilón consiguiendo mantener ciertas señas de identidad sevillanas y españolas que cumplen con su cometido. En ciertas ocasiones alcanza una apariencia goyesca en su composición y trazo lo que demuestra su capacidad de documentación sin perderse demasiado en la representación del erotismo, facilón en muchas ocasiones pero que no impide un deleite visual paralelo al tratamiento formal del tema. Sencillamente aprovecha la carga erótica del personaje como excusa para explayarse en suntuosas lubricidades sin perderse en la vulgaridad o desviarse del espíritu de la obra.
En fin, una de mis historietas eróticas preferidas, con un tratamiento del tema y del grafismo que la supedita a las pornografías baratas del Kiss Cómic y derivados, alcanzando un cierto estatus de obra de arte equiparable a otras creaciones historietísticas como las de Guido Crepax o Milo Manara.


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