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jueves, abril 14, 2005

MAREA BAJA



Marea baja es un ejemplo de cómo un mal guión puede dar al traste con un estupendo dibujo como es el de Jean-Pierre Gibrat. Pero antes de nada empezare por el guión de Daniel Pecqueur, inscrito dentro de la categoría de ciencia ficción suave, según pone la contraportada de la publicación editada por Norma (antes muerta que asequible) en 1997. Este guión esta dividido en dos partes claramente diferenciadas. La primera trata de cómo Claire, una navegadora y su velero chocan con un buque, cuyos tripulantes son un científico loco, Tsuru, y su esposa Agathe. Ambos han creado en el interior del buque un gran aparato capaz de provocar un tsunami destinado a acabar con toda la humanidad en beneficio de la preservación del medio ambiente. Una vez rescatan a Claire, esta les regala el reloj en señal de agradecimiento sin sospechar que su pila es el único componente que les faltaba para llevar a cabo su diabólico plan que, naturalmente llevan a cabo. Esta parte se cierra con una representación de circo en el que un hombre se transforma en un mono de peluche, siendo este personaje el único punto de conexión con la siguiente parte, antes de ser el mundo arrasado por el tsunami.
Es de señalar que al pasar a la siguiente parte tenemos que volver a ponernos las pilas ante el comienzo de una nueva historia tras finalizar otra que ni parecía haber acabado, pues nada volvemos a saber de Claire, Tsuru o Agathe. Por el contrario, nos desplazamos a una Venecia arrasada por el mar donde una chica desnuda canta al borde de un canal, hasta que encuentra el monito de peluche proveniente de la segunda parte. Y este es el mayor fallo de la obra ya que se ha perdido mucho tiempo en unos personajes y una historia que nada tiene que ver con lo que vendrá a continuación. Simplemente han sido el desencadenante de una catástrofe que tampoco tiene mucho peso en la historia.
Siguiendo con la segunda parte, la chica desnuda da un beso al monito y este se convierte de nuevo en un hombre que responde al nombre de Jonás en una referencia bíblica. La chica resulta ser una sirena que se enamora de Jonás. Por el camino se encuentran a un chaval llamado Pierrot, uno de los pocos supervivientes gracias a un globo aerostático. En medio de esta historia se inserta otra pequeña acerca de los recuerdos de Jonás y su primera vez que se convirtió en mono. Pierrot encuentra comida y un revolver que, por accidente, hiere a Jonás. Para no morir este se convierte de nuevo en mono pues los peluches nunca mueren al tiempo que nos desvela el origen de sus transformaciones a cambio de sus recuerdos. Finalmente el mono de peluche se convierte en compañero de la sirena quien se aleja a través del mar dejando solo a Pierrot. Pierrot se encuentra con la muerte personificada en forma de hermosa chica con capa negra y guadaña y le perdona la vida a cambio de contar un chiste diferente cada día. Y hasta ahí la historia.
Esta es una sucesión de pequeñas historias encadenadas sin demasiada relación entre ellas y con personajes esporádicos cuya única función parece ser la de llenar los huecos dejados por la historia de Jonás y la sirena sin demasiada fortuna.
En fin, un guión que sin ser una maravilla, se puede leer.
Y es por los magníficos dibujos de Jean-Pierre Gibrat que esta obra se salve de caer en la hoguera del desinterés. Gibrat, de origen francés, ya era conocido por su obra erótica Pinocha y más tarde por la obra en dos volúmenes La prórroga, además del primer volumen de El vuelo del cuervo, todas ellas publicadas por Norma Editorial (antes muerta que asequible). En todas sus obras es notable su excelente dominio del dibujo, sobre todo en las expresiones faciales y los cuerpos femeninos, con un maravilloso uso del color. También muestra un sorprendente dominio de los fondos arquitectónicos como se puede ver en las imágenes de la ciudad de Venecia arrasada por el maremoto con la estatua de la libertad encajada en uno de sus canales.
Y es el dominio técnico de Gibrat que convierte la lectura de esta obra un placer visual a pesar de la mala construcción de su guión.
Por fortuna, en sus siguientes obras, el mismo se encargara del guión con buenos resultados, si no, echen un vistazo a La prórroga.

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